Deportes

Un río de gente en el autódromo

Miles de pampeanos de distinta localidades se juntaron ayer en el Autódromo de Toay para reclamar por el río Atuel. Con una buena organización, distintas generaciones mostraron que la conciencia por la soberanía hídrica está más viva que nunca.

Delfina cruza la meta con una sonrisa. Llega cansada pero corriendo, con los cachetes rosados y un brillito de transpiración sobre su frente de niña. Con los brazos abiertos en la línea de llegada la espera su tía para tomar algo fresco y comer una fruta. En los puestos de hidratación, hay cientos de vasos de agua y cajones con bananas, manzanas, peras. Delfina tiene diez años, va a quinto grado de la Escuela 143, y sabe, porque se lo enseñó su maestra, de que se trata el conflicto por el Atuel. “Corro por el río. Por el río que los de Mendoza cortaron. Porque acá, en La Pampa, hay un montón de pueblos que se quedaron sin agua”, dijo mientras elongaba, la niña de Villa Alonso, que solo se detuvo a mitad de camino, en una de las curvas, para reponerse y seguir.

La Correcaminata por el Atuel organizada ayer por el Gobierno, fue un verdadero éxito, y no solo por las más de 5.000 personas que llegaron al Autódromo Provincia de La Pampa, en Toay, sino por la importancia que tiene haber agrupado en el mismo sitio a pobladores de casi todas las localidades pampeanas y por haber incorporado a cientos de niños al reclamo por la soberanía hídrica. Quizás éste último punto sea el hecho más notable: el puente simbólico que se trazó entre varias generaciones por un objetivo en común, una manifestación popular para que la vecina provincia deje escurrir en nuestro territorio el agua del río robado.

Por supuesto, participaron de la actividad referentes de todo el arco político, funcionarios nacionales, representantes de gremios, organizaciones sociales, deportivas y trabajadores de la cultura. El gran ausente de la jornada fue el gobernador Carlos Verna, quién se excusó por no haber concurrido, pero que participará en un evento similar en la ciudad de General Pico.

Además de la actividad deportiva, que fue más recreativa que competitiva, hubo puestos de comidas, de venta de artesanías, y números musicales. Además participó de la jornada una compañía artística/circense que hizo las delicias de los más pequeños y se proyectó un video que mostraba imágenes del oeste profundo al ritmo de la zamba del río robado.

 

 

 

Organización.

La organización del evento, hay que decirlo, fue por demás destacable. Los puestos de hidratación, la presencia permanente de personal de emergencias médicas, los cientos de kilos de fruta repartidos y las 5.000 remeras que se entregaron a los corredores, garantizaron que todos los participantes se fueran conformes. A eso hay que sumarle los colectivos que movilizaron a cientos de pampeanos desde distintos puntos de la provincia quienes caminaron con carteles que anunciaban su procedencia.

Pero no solo corredores y caminantes de todas las edades: también salieron a la pista personas en sillas de ruedas que a pesar de las dificultades, levantaban sus banderas reclamando por el Atuel. En el ingreso al Autódromo, miembros de la Fundación Chadileuvú repartieron folletos y material para crear conciencia sobre la problemática hídrica.

 

Compromiso.

En este 2016, el poeta Edgar Morisoli va a cumplir 85 años. En ese tiempo, además de haber conocido La Pampa profunda y haber forjado una obra literaria sostenida (y por sobre todo coherente), el hombre se ha erigido como una de las voces más autorizadas para hablar del Atuel y la problemática hídrica de los pueblos del oeste. Por ese compromiso, quizás, es que decenas de pampeanos le pedían ayer fotos, abrazos, y le agradecieron su labor.

“Esta actividad popular sirve para presionar ante la corte donde está radicada la demanda por el Atuel. Y sirve, sobre todo, para que las nuevas generaciones, los más chicos, tomen conciencia y actúen”, dijo el poeta.

La actividades programadas en la correcaminata se extendieron hasta entrada la noche, cuando un manto frío y otoñal cayó sobre Toay. Desde una de las lomadas de la ruta 35, podía verse la procesión de lucecitas que salía del autódromo a paso de hombre. Alli iba Edgar y Delfina, entreverados en el río de gente, separados por 75 años pero juntos en una misma lucha.

 

La arena diario

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